viernes, 6 de septiembre de 2013

LA INSEGURIDAD Y LAS CONSECUENCIAS DEL DESCUIDO


Alcohol y descontrol

LA INSEGURIDAD Y LAS CONSECUENCIAS DEL DESCUIDO

Es claro que atravesamos un periodo de crisis con respecto a la autoridad de los padres. Hemos pasado de un modelo autoritario a otro permisivo, sin lograr la integración de ambos estilos educativos. El objetivo de este artículo es que los padres puedan posicionarse como autoridad parental pues desde ese lugar solamente podrán educar hijos sanos y felices.
1. Introducción
 El comentario hace figura “la ciudad está cada día más peligrosa”, la ciudad late miedo. Asaltos, secuestros, choques, ambulancias que ensordecen… La noche es oscura. El miedo convive en cada ciudadano en un abanico de grados y colores. Mientras tanto, existe un sector de población básicamente nocturno... los adolescentes y otros tantos un poco mayores inician sus circuitos  cuando marcan las dos de la mañana y hasta no menos de las siete en el mejor de los casos... ¡Qué ironía!
Mientras flota en el aire un mensaje de peligro, ellos se zambullen en la noche y, básicamente, buscan divertirse.
¿Qué extraño mecanismo ofrece la posibilidad de relajación y alegría en un supuesto paisaje amenazador?
Paralelamente cada vez más jóvenes acceden a la cerveza y al vodka u otras tantas formas de “relajación”. El aroma de la noche ofrece marihuana en al menos, unas cuantas esquinas, plazas y se concentra en discotecas y centros nocturnos, aparecen como alternativas para encarar un mundo peligroso; o simplemente como herramientas para minimizar el miedo y acrecentar las posibilidades de diversión invitando a lanzarse a un tobogán de adrenalina.
Con este panorama la ciudad es todavía más peligrosa, ya que el instinto de conservación y cuidado, ese olfato que las personas tenemos y que nos indica por dónde seguir, se adormece lentamente... se produce una disociación –en estos términos– inevitable.
Mientras tanto los padres intentan preservar a sus hijos y a ellos mismos, implementando distintas estrategias.

Algunos prohíben terminantemente que sus hijos se asomen a un mundo peligroso y hostil, les marcan lo que ellos consideran “el enemigo”, señalándolo con el dedo y en lo posible con nombre y apellido. La vida se convierte en un sector, que hasta puede reducirse poco a poco.
Otros padres intentan no ser autoritarios como lo han sido las generaciones precedentes con ellos mismos, y entonces promueven la libertad como forma de expresión y desarrollo personal. Pero el mundo sigue siendo hostil, la alternativa de mirar para otro lado es ineficaz... entonces ocurre la evitación.
Los primeros, salen al mundo inexperto y vulnerable, algunos a través de la mentira, o ni siquiera lo hacen.
Los segundos también evitan como lo hacen sus padres, pero en esta instancia, a ellos mismos.
Debe existir alguna otra manera, otra forma más cálida y eficaz, que no deje al adolescente solo de protección y cuidado y no lo separe del mundo al que pertenece, que no lo deje solo de sí mismo y su sentir.
Los terapeutas de niños y adolescentes han acompañado numerosos casos en donde estos mecanismos se repiten una y otra vez. La situación exige e invita a un examen de conciencia, a revisar nuestro sentir y a hacernos responsables de aquello que elegimos ser.
Ser padres y terapeutas de adolescentes invita a conectarnos y acompañarlos a ellos mismos con la conciencia del cuidado personal, el cuidado del cuerpo, el registro de sus emociones y preferencias, la valoración por la vida y el cariño hacia sí mismos y hacia sus pares entre otras cosas.
El respeto por su sentir y pensamiento dará el espacio para el respeto hacia sus amigos.
Tarea ardua y difícil si no encuentran en sus hogares, adultos capaces de pregonar esta tarea y aplicarla en sus propias vidas.
El acompañamiento es siempre amoroso, y se establece en las generaciones precedentes.
Exige límites claros y precisos.
Todos tenemos que asumir nuestras responsabilidades, los que estuvieron allí, y los que no.
Desde nuestras casas y nuestras profesiones ayudemos, acompañemos e invitemos a los más jóvenes a que copien nuestro actuar.
Abrochemos nuestros cinturones, apaguemos nuestros cigarrillos, estacionemos donde es debido, seamos más buenos con nosotros y con los demás, coherentes con el decir y el accionar.

Aprendamos y enseñémosles como cuidarse, es el camino.